Sabor y cariño: La herencia familiar de Benedicto

Publicado el 20 de octubre 2022
  • Desde el corazón de Maipú, el dueño de “La Piedra Sanguchería” nos cuenta cómo lo hizo para conquistar el paladar de clientes de distintos rincones de la región. Una historia llena de sabor y, sobre todo, de la inspiración y el legado culinario de sus padres.

Benedicto Bahamondez (38 años) siempre tuvo “el bichito” de la gastronomía. De adolescente pensó en elegir una carrera en esa línea, pero terminó optando por la administración de empresas que lo llevaría luego a desempeñarse como ejecutivo de un banco.

En su corazón, sin embargo, un recuerdo lo entusiasmaba siempre: el aroma del pan amasado, la sazón de las empanadas y, sobre todo, el tremendo cariño que sus padres le habían puesto a su negocio de comida, seguía atrayéndolo siempre. Y no solo eso. “Siempre quise emprender. Me gustaba la idea de pensar algo y ser capaz de llevarlo a la realidad”, cuenta este oriundo de Maipú (Región Metropolitana).

Así fue como en 2016 Benedicto se la jugó por perseguir ese sueño. El 1 de junio de ese año abrió las puertas de “La Piedra Sanguchería”, una fuente de soda cuyo nombre se inspiró en una verdadera reliquia familiar, la piedra de río que su madre usaba como mortero y que él, en lo que hoy parece una premonición, le había pedido como herencia siendo aún un niño.

“Mamá, algún día voy a tener algo (un negocio) y quiero que me regales la piedra”, le dijo.

Hoy, esta pieza adorna su exitoso local, donde a diario deleita a sus clientes con comida casera, churrascos, chacareros y el mítico “Toro de piedra”, un sánguche de 22 centímetros de diámetro, montado sobre una churrasca recién cocida.

Instalado en las cercanías del camino a Melipilla, este emprendedor y padre de dos hijos no deja de asombrarse cuando recibe clientes de toda la región. Llegan por recomendación o porque probaron su mano desde el inicio y nunca más dejaron de visitarlo. Pero el camino requirió esfuerzo y mucho aprendizaje.

¿Cómo lo hizo? Aquí nos cuenta:

  • Apostar en grande: Para empezar, pedí un crédito y me compré una casa con fines comerciales. Escuchaba historias de personas que arrendaban negocios y después les subían los arriendos o no les renovaban el contrato. No estaba dispuesto a eso. Gracias a Dios se dieron las posibilidades y hoy para mí el valor de un dividendo es mucho más accesible que un arriendo.
  • Perseverar cuando el camino es difícil: Los primeros meses no alcanzábamos a cubrir los costos. Teníamos muchos clientes, pero mis deudas eran altas y aprender el negocio tenía sus desafíos. Manejar el stock, la bodega y también partir un negocio nuevo y darse a conocer es complicado. Me propuse darme seis meses para estar equilibrado, recurrí al seguro de cesantía, mi mamá me prestó una platita y así le dimos.
  • Crear cultura interna: Hoy somos 7 personas y tenemos reuniones diarias para evaluar nuestro desempeño, revisar si hubo algún problema y darle solución inmediata. Y, sobre todo, crear cultura y conciencia de por qué estamos aquí, qué queremos proyectar.
  • Que el cliente se sienta cómodo: Suele suceder en otras partes que un garzón es antipático, que la alcuza está pegajosa, son todos pequeños grandes detalles que hacen la diferencia. Yo siempre le digo a mi equipo, quiero que la gente se sienta cómoda. Para nosotros los clientes son en realidad nuestros vecinos. No importa de qué tan lejos vengan, los recibimos como vecinos y les damos siempre un trato amable, además de asegurarnos de tener un local limpio y con buena comida.
  • Hacer lo que amas: Yo siempre supe que tenía manos para la cocina. Y cuando uno quiere hacer algo tiene que hacer lo que sabe que puede dominar con sus habilidades. Porque el emprendimiento puede tornarse complicado y vas a lograr seguir cuando haces algo que te gusta.
  • Más que clientes: Una gran satisfacción es el trato y las relaciones que aquí se forman. Hay personas que hemos acompañado en distintos procesos, que celebran sus aniversarios aquí o que han pasado por enfermedades. Es algo intangible, el cariño, el afecto, las relaciones. Cuando conversas con ellos, escuchas sus desafíos, das una palabra de aliento… ya no es un cliente, es una persona, es un vínculo.

** REPORTAJE PUBLICADO EN LA REVISTA ENCCUENTRO DE SEPTIEMBRE, PARA REVISARLO HACER CLIC AQUÍ